jueves, 24 de noviembre de 2011

Día de alta

Hoy se va de allí. Romelia Bustos. Repasa una y otra vez el nombre en letras de imprenta escrito debajo de su foto. Está confirmado. Así se llama. Igual, le suena raro.

Angélica la había cuidado durante varios años en el hospital psiquiátrico. Antes de que le sacaran esa foto, Angélica le hizo un peinado tirante y le puso matizador. Se veía bien. Cuando tuvo en sus manos el documento de tapas verdes, no sintió una emoción especial, aunque sí un cierto alivio. Ya no la molestarían más los policías con preguntas que nunca sabía cómo contestar. ¿Qué se creen estos?, pensaba. ¡Si yo supiera! Además, para qué ponían tanto empeño en encontrar su verdadero nombre, hacía tiempo que a ella había dejado de importarle el asunto.

Le contaron que la habían encontrado una noche. En la calle, hablando incoherencias. Pasados unos días la interrogaron:

-¿Nombre?- preguntó el empleado.

- Aurora- inventó.

- ¿Aurora qué?- insistió.

Ella se quedó mirando los arabescos de los mosaicos y no respondió.

- El apellido por favor.

- ¡Ah! Rodríguez – dijo al azar.

De ahí en más y por veinte años fue Aurora Rodríguez. Aurora Rodríguez en la ficha médica y Aurorita para las compañeras de habitación.

Desde entonces y hasta ahora había recibido las visitas esporádicas de los oficiales. Cada vez que cambiaba el director del hospital, venían dos o tres veces seguidas con las mismas preguntas.

De antes se acordaba muy poco. En sueños veía caras sin nombre. A veces, en los paseos por el parque, el jazmín en flor le hacía sentir el abrazo cálido de su madre. El ruido de los pinos en lucha con el viento le recordaba el día en que su padre las abandonó. Cosas así, sueltas. Ningún nombre. Ningún apellido.

Pero un día, alguien acercó un dato cierto y lo confirmaron. Quien dio la información pidió reserva.

Hoy le dan el alta. Los médicos están contentos. La enferma ha recobrado el juicio, dicen. Los oficiales de justicia han encontrado su identidad, afirman satisfechos.

Ella acomoda sus cosas, guarda el documento en el bolso de mano, se despide de las chicas. Angélica la acompaña hasta la camioneta blanca que le indicaron. Se abrazan.

Sube. En el costado del vehículo en letras azul desteñido, se lee: “Hogar de Ancianos. Ministerio de Salud y Acción Social”

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